CARMEN, MI PROFESORA DE ESGRIMA (Traducción)

 


   
    Nos conocimos hace unos cinco años. Con una amplia sonrisa, Carmen trataba de coordinar a un grupo de más de diez niños y enseñarles los conceptos básicos de la esgrima. 

«¿La clase para adultos es aquí también?», pregunté, «Claro, ¡bienvenida!», me respondió, «Los vestuarios están arriba.  Empezamos en 15 minutos».

     

Carmen tiene 50 años. O más. Nadie lo sabe exactamente. Su cabello castaño oscuro deja entrever algunos mechones grises y sus ojos marrones brillan cada vez que le cuentas un chiste por malo que sea, cuando sonríes o cuando, simplemente, compartes con ella algunas chucherías. No es la típica entrenadora que te echa un sermón sobre las dietas o la disciplina (a mí no, por lo menos), sino que te insiste en que, en el deporte, pasárselo bien es sinónimo de éxito. Y sabe muy bien lo que es la disciplina, pues, de niña, ella misma competía en pista y tenía que alcanzar un rendimiento deter- minado.

 

De niña practiqué la esgrima durante años y, de alguna manera, albergaba grandes ambiciones, pero al llegar a la pubertad lo dejé y no volví a retomarlo hasta diez años después. 

Cuando el cuerpo comenzó nuevamente a obede-cer a la mente, reencontré la disciplina para entrenar varias veces por semana. Después, empecé a exigirme resultados que no llegaban y yo me sentía decep- cionada conmigo misma, pero Carmen me abrió los ojos: «En un par de años no vas a convertirte en campeona del mundo o a derrotar a gente que lleva varios años entrenando. Entre otras cosas, porque la esgrima no es solo un deporte mental y cada persona tiene su propio estilo y sus propias estrategias. Concentración, atención y autoaceptación son más importantes que el rendimiento físico».


Carmen consigue que sus alumnos se entusiasmen con la esgrima. Con sus sencillas palabras, les ayuda a encontrar el equilibrio y disfrutar en la pista. 

Aunque no posee los conocimientos especializados que, hoy en día, tienen los entrenadores sobre anatomía, nutrición u otros campos, tiene un talento natural y le basta con observar a sus alumnos para saber cómo aconsejarles: «Esa muñeca podría estar más redonda y tu rodilla trasera, más baja. Ahora mira dónde toca tu punta, ¿lo ves?, ¡Venga, que tú puedes!».

¡Gracias, Carmen! ¡Gracias por ser como eres y enriquecer nuestras vidas!


                                                                                                                                            Livia Balacescu

                                                                                                                                        (Traducción: Livia Balacescu)

(Adaptación: Eva Guzmán)

Comentarios

Entradas populares de este blog

EIN LIEBESBRIEF AN MEINE MUTTER

MI MADRE VA A LA ESCUELA

ZWEI NOTEN PRO TAKT (Übersetzung)