A MI MADRE

 


        Dicen que nuestros padres son nuestra referencia en la vida. Y es cierto: ellos nos dan la vida y, en circunstancias normales, nos educan hasta que volamos del nido. Es por este motivo que, si he de pensar en una mujer que ha marcado mi vida, esa sea mi madre.

Una madre con la que guardo un gran parecido físico y, sin embargo, grandes diferencias de carácter: mi madre es caos, duda y anarquía, y yo soy claridad en las ideas. Mi madre es perfeccionismo en sus actos, y yo soy —como diríamos en valenciano— a reu, o sea, un tanto «dejada».

Destaco su alegría de vivir, a pesar de las circunstancias; un optimismo maravilloso que la ha ayudado a ser feliz aun cuando las adversidades arreciaban. Una felicidad basada en las cosas peque-ñas, en una canción, un paseo junto al mar o un pu-ñado de flores silvestres.


Exigente hasta lo enfermizo, generosa y derro-chando siempre simpatía a raudales. Crecer a su lado me ha hecho aprender estas conductas (excepto la exigencia exacerbada) y se lo agradezco. Ahora soy una mujer adulta y ya no sé muy bien quién es la referencia de quién. Ella me pide consejo, yo se lo doy sin dudar, y ella titubea y circunloquia hasta que consigue llegar a una conclusión que la satisfaga, y yo disfruto haciéndola partícipe de mi día a día, compartiendo con ella mis logros y mis fracasos, mis proyectos y mi mundo.

Me encanta ver que mantiene la ilusión por seguir aprendiendo, por viajar y por realizar todas las actividades con las que disfruta. Se frustra con las nuevas tecnologías, pero creo que se ha adaptado bastante bien al mundo digital.


He olvidado decir que es MAESTRA. MAESTRA, en mayúsculas. De las de antes. De esas que han marca-do a generaciones de niños, de las que recitaban los ríos y las preposiciones, de las que enseñaban canciones populares a los niños, de las que recuerdan con nombre y apellidos a todos los alumnos que han pasado por sus manos (que son muchos). Y la gran mayoría la recuerda con cariño. Y no me extraña, porque mi madre es una gran persona.


 

Elena Picó Espasa

(Ilustración: Eva Guzmán)


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