MI ABUELA MATERNA, MARÍA

 

 

        Como si la estuviera viendo: pequeña, enjuta, con el pelo largo, que cada mañana peinaba sobre su peinador y recogía en un moño llamado topo. Vestido negro, faldón largo y un gran delantal con dibujos a  cuadraditos blancos y negros ceñido a la cintura, anudado por detrás con una lazada; sempiternas medias negras y gruesas, y zapatillas de paño negro calzando sus pies. Sobria y elegante, denotaba distinción.

Trabajadora y muy habilidosa. Recuerdo cuando mataba un pollo o un conejo para la comida con esas manos pequeñas, huesudas, que servían para todo. De cualquier retal de tela era capaz de sacar mil cosas para la casa.
Madrugadora y de misa primera, los domingos a las 6h.

Nacida a finales del siglo XIX, era la única hija de unos padres honrados, justos y nobles. Podría haber sido una Reina.
Sus expresivos ojos delataban callado sufrimiento. De pata quebrada y en casa, exprimiendo al máximo los escasos recursos de los que disponía y que había que optimizar para sacar adelante a su familia, a sus 5 hijos. 

La mare, así es como la llamábamos los nietos. Conviví con ella de los 7 a los 14 años. La recuerdo con mucho cariño y vaya este pequeño homenaje para agradecerle todo lo bueno que de ella aprendí.

Et vull, MARE!!!

 

*Te quiero, madre!

 

                                                                                                       María Rosa Espasa Valls



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