COMPAÑERA MATILDE GARCÍA NIETO

De todas las mujeres de mi vida que merecen ser rescatadas del olvido, quiero dedicar estos retazos de memoria a mi tía abuela Matilde, una mujer que pasó por mi vida de puntillas y sin hacer ruido, pero que dejó una huella indeleble en mí e influyó decisiva- mente en mi manera de entender la feminidad.
La recuerdo siempre sin maquillar, vestida con pantalón y ya bastante mayor, pero siempre con la mente ágil, el verbo alegre y el corazón de par en par.
La tía Matilde no era una mujer guapa —al menos no en el sentido clásico de la palabra—, pero irradia-ba una luz cálida que la convertía en una de las mujeres más bellas que he conocido jamás. Hablaba francés, era asombrosamente culta y poseía una de esas inteligencias nobles que siempre encuentran la vía directa al corazón sin perderse en estériles demostraciones de superioridad intelectual. Su sen-tido del humor y la ternura con la que era capaz de arrojar luz sobre los episodios más amargos de su vida sin reprocharle nada a nadie la convertían en un ejemplo de fortaleza y humildad.
De convicciones profundamente progresistas, militó en la organización anarquista CNT durante la guerra civil española y participó activamente en las colectivizaciones del gremio panadero de Barcelona recolectando la facturación, un riesgo que la obligaría a acarrear siempre una pistola en el cinto.
Poco antes de que las tropas rebeldes tomaran la ciudad, Matilde y su compañero huyeron a Francia, donde dio a luz a su único hijo. Su compañero, reclui- do en un campo de concentración, enfermó de tuber- culosis y, consciente de que se estaba muriendo y de que ella —contra toda prudencia— haría lo imposible por estar con él, le pidió por carta que volviera a Barcelona. Desde allí —le mintió— sería más fácil reunirse, ya que iba a ser trasladado a un sanatorio cerca de la frontera…
Al llegar a Barcelona, Matilde recibió la fatal noticia de su fallecimiento
Tiempo después, angustiada por la nueva situación política y social de España, embarcó rumbo a Argen- tina, donde contó con el apoyo de su tía Águeda, emigrada a América años atrás. Allí, a base de coser pantalones, sacó adelante a su hijo, quien gracias al esfuerzo y tesón de su madre, pudo cursar estudios superiores y se convirtió en un referente para la comunidad científica internacional.
Es mucho lo que el mundo tiene que agradecer a esta maravillosa mujer.
Gracias por tu exquisita y erudita feminidad, por tu valentía, tu bondad, tu fe ciega en el ser humano, tu tesón y tu lucha por la igualdad y la justicia social. Siempre serás un referente para mí.
Compañera Matilde, ¡presente!
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