PATRICIA MUÑOZ NAVA
Mi madre es una mujer a la que siempre he admi-rado, porque le tocó crecer y madurar con sus hijos y nunca escatimó en darnos a mi hermano y a mí lo mejor que tenía. Y si bien ella ha sido como muchas mujeres que se casan y crían hijos muy temprano, siempre buscó la manera de ofrecernos lo mejor.
De formación maestra de inglés, organizó peque-ños grupos en la cocina para que pudiéramos apren-der inglés en compañía de otros críos, mientras generaba una economía extra para la casa, pues los recursos de los que disponía eran bastante limitados.
Excelente administradora, nunca se notó en casa la falta de dinero y, si bien alentó a su marido a buscar otras alternativas financieras, fue siempre ella quien completaba la quincena vendiendo mil y una cosas mediante la simpatía y don de gentes que hasta hoy la caracterizan.
Decidió invertir en la educación de sus hijos atendiéndolos personalmente y, en cuanto sintió que ya los había encaminado, regresó al ámbito laboral como asistente de gerencia de una pequeña empresa.
Alentada por los éxitos de sus hijos, se licenció en psicología e hizo una maestría en educación mientras trabajaba a tiempo completo ¡a sus casi 50 años!
Hoy, jubilada, sus 35 años de experiencia como Teacher y su capacitación profesional le proporcionan suficientes herramientas para trabajar con familias restableciendo los vínculos rotos, asesorando a maestras jóvenes e instituciones sobre cómo formar su propio sistema educativo. Pero fueron precisamente sus fracasos y crisis personales los que lograron forjar en ella la resiliencia y fortaleza que la caracterizan.
En la vida, hay que perder para ganar, pero todo es cuestión de paciencia y persistencia.

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