TO MARY QUESADA EMBID
No vivían en España sino en Maryland, donde habían formado una bonita familia. Ella, discreta y humilde, permanecía siempre en la sombra y asumía el reto de ser aceptada como una más a pesar de su timidez y sus dificultades con el idioma.
El destino quiso que compitiéramos en un campeo- nato amateur de petanca que organizaron unos ami-gos comunes. No intercambiamos palabra. La recuer- do lanzando la bola muy concentrada para acercarse al boliche y con su pequeña Cedes a horcajadas sobre su cintura. ¡Cuánto admiraba yo! y ella sin saberlo...
Años después me invitó a tomar café sin haber cruzado una palabra más que el saludo de cortesía. Me sorprendió su conversación culta y pau- sada y su profundo saber literario (es bibliotecaria y maestra. Lo es, aunque ya esté jubilada).
Su invitación fue de esos regalos que te brinda la vida cuando te ofrece la oportunidad de tratar con una persona excepcional y de ilimitada generosidad. Porque lo mejor de mi mejor amiga es su espiritua-lidad, esa conexión con lo sobrenatural que excede las fronteras del mundo tangible.
Es de estas personas con la mano tendida que te guía por los vericuetos de sufrimiento del alma y que te muestra cómo salir de la ofuscación, y la manera de encontrar la paz. Si soy mejor persona de lo que podría ser, es gracias a ella; si mi vida es más plena, se lo debo a ella. No hay palabras que puedan resumir lo que mi amiga Mary Quesada Embid me ha dado.
Ella nunca será consciente del bien que hace a su alrededor simplemente por estar ahí.
Ahora mi amiga lo está pasando mal: su amado esposo se le ha ido. Estoy segura de que encontrará la fuerza para seguir adelante.
My dearest friend Mary, thanks for being there, whenever you are needed.
(Ilustración: Eva Guzmán)
Comentarios
Publicar un comentario
No se admitirán comentarios ofensivos
Es werden keine beleidigende Kommentare zugelassen