MI ABUELA MARÍA LIBRADA


 

Antes de que el tiempo le juegue una mala pasada a mi memoria y ahora que aún conservo el recuerdo fresco como en mi niñez, quiero plasmar en estas líneas lo que para mí significó mi abuela, María Librada, a la que quería tanto o más que a mi madre, pues, no en vano, me pasaba el día con ella. Nunca me aburría: si se ponía a lavar ropa, yo me ponía a su lado con la ropita de mi muñeca, como si fuéramos dos vecinas, y jugábamos a pelearnos por nuestras respectivas familias. 


Otra cosa que recuerdo es cómo, a veces, me subía a caballito para que no me mojara al pasar el río. Ella se arremangaba la falda, se quitaba las zapatillas y así cruzábamos un río que recuerdo de aguas transpa-rentes. Al otro lado, cogíamos flores que a mí me parecían las más hermosas y aún hoy en día me lo parecen.


También me cosía vestidos primorosos, pues tenía muy buenas manos. Me demostraba continuamente su cariño, a pesar de estar sobrecargada de trabajo,: tenía mucha familia (cinco hijos y un esposo) y los tiempos no eran los mejores que digamos, pues se pasaban muchas necesidades, cosa que yo, con mis cinco años, ignoraba.

Solo sé que con lo poco que tenía era feliz, pues mi abuela se encargaba de transmitirme esa sensación. 


Esa época la recuerdo como la mejor de mi vida, aunque lamentablemente duró poco, pues, por motivos que no vienen al caso, volví a Barcelona con mis padres, dejando a mi abuela en el más puro desconsuelo. Ni que decir tiene que a mí no había nada que me hiciera parar de llorar y, cuando vi que mi abuela no venía conmigo en el tren, quería tirarme por la ventanilla y ni promesas ni caramelos calmaron mi pena.


La última imagen que tengo de ella es su figura delgada, corriendo, llorando, diciéndome adiós con el pañuelo detrás del tren que nos alejaría para siempre.

                                                                                                                                                                                                                                        Lilián García Sánchez, 84
*Posguerra española 1939-1959

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