SEÑORA PAQUITA

 



Escribo estas líneas en homenaje a la Sra. Paquita, una vecina del barrio que cuidaba de vez en cuando de mi hermana (un año menor que yo) y de mí cuando éramos pequeñas —en la segunda mitad de los años 70—, pues mi padre trabajaba y mi madre estudiaba: se sacó la carrera de medicina después de casarse y tenernos a nosotras, ya que mis abuelos no la dejaban estudiar.


Para la Sra. Paquita yo era su Marieta y ella era la única persona a la que le permitía llamarme así.

Recuerdo que la Sra. Paquita era mayor. No sabría decir cuánto, porque con 6-7 años todos los mayores de 20 son viejos. Pero muy joven no sería, ya que la recuerdo con el pelo canoso y viuda. Tenía una hija y un hijo que ya la habían hecho abuela.

Los recuerdos que tengo de ella son escasos y desdibujados, pero sí recuerdo que era una mujer vital, divertida y alegre a pesar de haber vivido la guerra civil española (o quizás, precisamente por esa circunstancia) y una posguerra dura para la mayoría, especialmente para la gente sin muchos medios económicos, como era el caso.

Le gustaban las plantas y me transmitió el amor por ellas. También recuerdo que a las dos nos gustaba Los hombres de Harrelson, una serie policíaca americana, cosa que me extraña (por lo cría que yo era), pero recuerdo que comentábamos la serie.

Su amor por las plantas, su vitalidad y el compartir una serie de TV son los recuerdos más vívidos que tengo de ella. Y el resto supongo que estarán dormi-dos en el lugar donde duerme Marieta.


Gracias, Paquita, por tu enorme paciencia y tu contagiosa alegría. ¡Un besazo enorme!

Maria Rives

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