LOS OJOS DE TERESA
Los ojos de Teresa eran azules como el cielo de la huerta de Castellón, donde iba a trabajar de pequeña con su padre. Unos ojos que habían pasado hambre y visto miseria después de una guerra. Unos ojos que miraban atentamente el hilo del telar en la fábrica textil donde trabajó durante su adolescencia, unos ojos mirados por mujeres, las mujeres que trabajaban en la fábrica.
Esos ojos se abrieron como grandes ventanas cuan-do dejó su pueblo atrás y vio por primera vez la gran ciudad, Barcelona. Su mirada se adaptó rápidamente a la velocidad de esta. Unos ojos que brillaron de feli- cidad el día que se casó con el que fue su compañero de vida.
Años más tarde, esta sensación se volvería a repetir cuatro veces, y aún de manera más emotiva, al ver nacer a sus cuatro hijos.
Esos ojos habían sufrido después de cuatro largos embarazos, pero la recompensa de tener a sus hijos en brazos era inmensa. Esa mirada profunda, con ganas de criar y educar de la mejor forma posible…Unos ojos que se encargaban de realizar las tareas de casa, un papel que la sociedad le asignó, pero que, aun así, ella hacía valorar y respetar.
El día que murió su madre, los ojos de Teresa se llenaron de lágrimas que caían sobre su rostro.
Ya mayor, su ojos resplandecían bajo el sol del verano, en la playa, rodeada de sus nietos. Una mira- da feliz que después de haber trabajado toda la vida, se podía permitir un descanso. Los ojos de Teresa mantuvieron su brillantez hasta los últimos días.
Hablo sobre los ojos de mi abuela paterna. Ella murió cuando yo tenía tan solo doce años, pero fue- ron los suficientes para crear un vínculo que siempre recordaré. Unos ojos que me marcaron y una mirada profunda. Mi abuela representa un papel clave cuando hablo de las mujeres que han formado parte de mi vida. Te quiero y te echo de menos, abuela.
Anna Zarzoso Rives, 16
(Ilustración: Eva Guzmán)
Espectacular!!!! Que difícil es lo que has hecho, escribir tan bien y con tan pocas palabras. Sencillamente espectacular!!!
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